Queridos alumnos quiero compartir con ustedes la siguiente reflexión:
Había una vez un muchacho que tenía mal genio.
Un día su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo: cada vez que
pierdas tu paciencia, debes clavar un clavo en la parte de atrás de la cerca.
El primer día, el joven clavó treinta y siete clavos en la cerca. En las siguientes semanas, a medida que iba aprendiendo a controlar su enojo el número de clavos iba disminuyendo gradualmente.
Descubrió que era más fácil controlar su carácter, que poner aquellos clavos. Finalmente llegó el día, en que el joven no se enojó por nada. Entonces su padre , le sugirió que fuera quitando un clavo, por cada día, en que él era capaz de controlarse.
Los días pasaron y el joven informo a su padre que había quitado todos los clavos. El padre tomó a su hijo de la mano y lo condujo a la cerca y le dijo:
«lo has hecho bien, pero observa los huecos, está cerca nunca volverá a ser la misma, porque cuando dijiste cosas enojado, ellas dejaron una cicatriz como ésta. Debes aprender a ponerte en el lugar del otro, antes de emitir un juicio o critica.
Queridos profesores, padres y alumnos, seamos responsables con lo que escribimos y replicamos en las redes sociales, es muy fácil escribir del otro sin mirarlo a los ojos, sin percibir la alegría o tristeza que causan nuestras palabras, cuando tú miras puedes dulcificar lo que estas diciendo, sin cambiar la intención o el fondo de tu mensaje. Recuerda nuestro cuerpo habla, nuestros ojos hablan, nuestras manos hablan, en tu teléfono sólo digitas apresuradamente sin reflexionar y te olvidas que detrás de la pantalla hay un yo igual que tú.
Con cariño, Tía Eny